El amor es un sentimiento que ha inspirado a los más grandes poetas de todos los tiempos. Amor sentido y expresado de formas diferentes según la época y el estilo, pero que ha dado lugar a parte de los más bellos poemas de amor de la lengua española. Desde Garcilaso de la Vega a Mario Benedetti, pasando por la sutil poesía de Pablo Neruda o la cálida y sentida de Federico García Lorca, el amor fluye en palabras y deja huella en un lector que busca poder definir lo que siente de la manera más bella, precisa y sincera. Aquí te dejamos algunos de los más bellos poemas de amor en español, para que puedas inspirarte y acompañar tu ramo de flores de San Valentín con frases de amor únicas. Declara tu amor con poemas de San Valentín, ¡como el verdadero poeta enamorado que eres!
«Soneto XXIII» de Garcilaso de la Vega (1496 – 1536)
Poeta del Siglo de Oro español, Garcilaso de la Vega sublimó el amor con una poesía natural y elegante, a imagen de los ideales renacentistas y románticos de la época. En este soneto, el poeta hace un elogio de la belleza de su amada, avisándola, sin embargo, de que el tiempo pasa sin remedio.

En tanto que de rosa y azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, enciende el corazón y lo refrena; y en tanto que el cabello, que en la vena del oro se escogió, con vuelo presto, por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparce y desordena; coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto, antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre. Marchitará la rosa el viento helado, todo lo mudará la edad ligera, por no hacer mudanza en su costumbre.
«Volverán las oscuras golondrinas» de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)
Poeta posromántico, la obra de Bécquer es intimista y sincera, y no está hecha para ser declamada, sino para declarar un amor eterno susurrando en el oído o en el alma. Uno de los poetas preferido de los enamorados cuyas golondrinas vuelven cada mes de febrero:
Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán. Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres… ¡esas… no volverán! Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores se abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar y caer como lágrimas del día… ¡esas… no volverán! Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará. Pero mudo y absorto y de rodillas como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido…; desengáñate, ¡así… no te querrán!
“Poema 15” de Pablo Neruda (1904-1973)
El chileno Pablo Neruda es uno de los más grandes poetas del siglo XX, premiado con el Premio Nobel de literatura en 1971 por una obra poética llena de sutilidad y elegancia. Su Poema 15 es uno de los más bellos poemas de amor en lengua española y seguro que ha inspirado más de un texto de San Valentín:
Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca. Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía. Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: Déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
«El poeta pide a su amor que le escriba» de Federico García Lorca (1898-1936)
La trágica muerte de Federico García Lorca le ha convertido en un símbolo más allá de su creación literaria. Pero este genial poeta y escritor supo cantarle al amor con versos llenos de color y sentimiento en el más puro estilo andaluz.

Amor de mis entrañas, viva muerte, en vano espero tu palabra escrita y pienso, con la flor que se marchita, que si vivo sin mí quiero perderte. El aire es inmortal. La piedra inerte ni conoce la sombra ni la evita. Corazón interior no necesita la miel helada que la luna vierte. Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas, tigre y paloma, sobre tu cintura en duelo de mordiscos y azucenas. Llena pues de palabras mi locura o déjame vivir en mi serena noche del alma para siempre oscura.
«Besos» de Gabriela Mistral (1889-1957)
La poetisa chilena Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura en 1945, cantó al amor en sus versos con una entrega absoluta. El amor en un beso, en mil besos diferentes que dejan huella en quien los da y en quien los recibe:
Hay besos que pronuncian por sí solos la sentencia de amor condenatoria, hay besos que se dan con la mirada hay besos que se dan con la memoria. Hay besos silenciosos, besos nobles hay besos enigmáticos, sinceros hay besos que se dan sólo las almas hay besos por prohibidos, verdaderos. Hay besos que calcinan y que hieren, hay besos que arrebatan los sentidos, hay besos misteriosos que han dejado mil sueños errantes y perdidos. Hay besos problemáticos que encierran una clave que nadie ha descifrado, hay besos que engendran la tragedia cuantas rosas en broche han deshojado.
Hay besos perfumados, besos tibios que palpitan en íntimos anhelos, hay besos que en los labios dejan huellas como un campo de sol entre dos hielos. Hay besos que parecen azucenas por sublimes, ingenuos y por puros, hay besos traicioneros y cobardes, hay besos maldecidos y perjuros. Desde entonces en los besos palpita el amor, la traición y los dolores, en las bodas humanas se parecen a la brisa que juega con las flor Hay besos que producen desvaríos de amorosa pasión ardiente y loca, tú los conoces bien son besos míos inventados por mí, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso llevan los surcos de un amor vedado, besos de tempestad, salvajes besos que solo nuestros labios han probado
¿Te acuerdas del primero…? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.
¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos… vibró un beso,
y qué viste después…? Sangre en mis labios.
Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Vals de los enamorados”, de Miguel Hernández (1910-1942)
Su militancia política y su implicación activa en la guerra civil española no impidieron que el joven Miguel Hernández escribiera parte de los versos más desgarradores y bellos de la literatura española. El amor, como en otros poetas, inspiró su pluma incluso en las circunstancias más difíciles:
No salieron jamás del vergel del abrazo. Y ante el rojo rosal de los besos rodaron. Huracanes quisieron con rencor separarlos. Y las hachas tajantes y los rígidos rayos.
Aumentaron la tierra de las pálidas manos. Precipicios midieron, por el viento impulsados entre bocas deshechas. Recorrieron naufragios, cada vez más profundos en sus cuerpos sus brazos.
Perseguidos, hundidos por un gran desamparo de recuerdos y lunas de noviembres y marzos,
“Soñé que tú me llevabas” de Antonio Machado (1875 – 1939)
Sin duda, unos de los más grandes poetas en lengua española de todos los tiempos, comprometido con su tiempo, amigo y amante fiel. Antonio Machado cantó a los campos de Castilla y a las tierras andaluzas, a la muerte de su amigo Lorca y a la de su esposa amada, que inspiró este bello poema:

Soñé que tú me llevabas por una blanca vereda, en medio del campo verde, hacia el azul de las sierras, hacia los montes azules, una mañana serena. Sentí tu mano en la mía, tu mano de compañera, tu voz de niña en mi oído como una campana nueva, como una campana virgen de un alba de primavera. ¡Eran tu voz y tu mano, en sueños, tan verdaderas!... Vive, esperanza, ¡quién sabe lo que se traga la tierra!
“Amor es…” de Dulce María Loynaz (1902-1997)
Esta poetisa cubana supo definir el amor como un sentimiento de entrega, lejos de la facilidad de lo amable, pero apreciando las cosas sencillas de la vida. Amor es…todo aquello que quieras amar.
Amar la gracia delicada del cisne azul y de la rosa rosa; amar la luz del alba y la de las estrellas que se abren y la de las sonrisas que se alargan… Amar la plenitud del árbol, amar la música del agua y la dulzura de la fruta y la dulzura de las almas dulces…. Amar lo amable, no es amor. Amor es ponerse de almohada para el cansancio de cada día; es ponerse de sol vivo en el ansia de la semilla ciega que perdió el rumbo de la luz, aprisionada por su tierra, vencida por su misma tierra.
Amor es desenredar marañas de caminos en la tiniebla. ¡Amor es ser camino y ser escala! Amor es este amar lo que nos duele, lo que nos sangra bien adentro… Es entrarse en la entraña de la noche y adivinarle la estrella en germen… ¡La esperanza de la estrella!… Amor es amar desde la raíz negra. Amor es perdonar; y lo que es más que perdonar, es comprender… Amor es apretarse a la cruz, y clavarse a la cruz, y morir y resucitar … ¡Amor es resucitar!
“Cúbreme amor” de Rafael Alberti (1902-1999)
La generación del 27 tuvo en Alberti uno de sus máximos creadores. Un poeta de mar con una poesía muy diversa y rica en estilos. De su compromiso político y de sus vivencias personales nacen poemas de gran belleza, algunos de los cuales ensalzan al amor y la sensualidad:
Cúbreme, amor, el cielo de la boca con esa arrebatada espuma extrema, que es jazmín del que sabe y del que quema, brotado en punta de coral de roca. Alóquemelo, amor, su sal, aloca Tu lancinante aguda flor suprema, Doblando su furor en la diadema del mordiente clavel que la desboca.
¡Oh ceñido fluir, amor, oh bello borbotar temperado de la nieve por tan estrecha gruta en carne viva, para mirar cómo tu fino cuello se te resbala, amor, y se te llueve de jazmines y estrellas de saliva!

Te quiero, de Mario Benedetti (1920-2009)
El humor y la ironía, la gran humanidad y un compromiso ético, social y político forman parte tanto de la prosa como de los versos de este gran escritor uruguayo. Un autor que cantó al amor cotidiano, al de las cosas sencillas, pero también a ese sentimiento infinito y eterno. Una inspiración perfecta para los poemas de San Valentín.
Tus manos son mi caricia mis acordes cotidianos te quiero porque tus manos trabajan por la justicia si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos tus ojos son mi conjuro contra la mala jornada te quiero por tu mirada que mira y siembra futuro
tu boca que es tuya y mía tu boca no se equivoca te quiero porque tu boca sabe gritar rebeldía si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos y por tu rostro sincero y tu paso vagabundo y tu llanto por el mundo porque sos pueblo te quiero
y porque amor no es aureola ni cándida moraleja y porque somos pareja que sabe que no está sola te quiero en mi paraíso es decir que en mi país la gente viva feliz aunque no tenga permiso si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos.