Giacomo Girolamo Casanova ha pasado a la historia cómo él mismo siempre quiso: como un amante del amor y de la vida. Este veneciano nacido el 2 de abril de 1725 dejó constancia de sus aventuras e historias galantes, pero al mismo tiempo construyó con su obra literaria una crónica viva de la vida cotidiana y del día a día de las mujeres y los hombres de su tiempo.
Mezclado entre aristócratas, en las cortes y salones de toda Europa, se relacionó con los personajes más destacados de su tiempo y dejó testimonio de tales encuentros. Son dignas de mención sus reseñas sobre Rousseau, Voltaire, Madame de Pompadour, Mozart, Catalina II de Rusia, Federico II de Prusia. Al mismo tiempo, atraído por la vida en la calle se perdía a menudo en el tumulto de cualquier fiesta y fandango que encontraba en su camino.
Casanova no nació en los círculos de la aristocracia y del dinero que tanta fascinación le producían. Hijo de comediantes, quedó huérfano de padre con 8 años. Su agudeza intelectual se apreció desde pequeño y tuvo la suerte de contar con exquisitos maestros, como el senador veneciano Malpiero, del que se distanció, siendo aún un joven, tras ser descubierto con la favorita de éste, una cantante llamada Teresa.
Llega a Roma con 21 años y es admitido en los círculos más exclusivos gracias a su cultura y a su habilidad para moverse en sociedad. Su fino instinto intelectual le lleva a husmear por territorios prohibidos por la Santa Inquisición, que no deja de perseguirle hasta encerrarle en la famosa prisión veneciana de los Plomos, de la que un año después huye en medio de una rocambolesca aventura.
Comienza entonces un exilio que le llevará por las cortes europeas de la época. Sus aventuras y lances dejan a Casanova el tiempo necesario para asistir, a lo largo de varios años, como consultor y embajador en diversos temas y misiones encargadas por otros tantos gobernantes y reyes.
Su vida de viajes y correteos encuentra un pretendido remanso, ya con 60 años, en el palacio de conde de Waldstein, con quien comparte los oficios de la masonería. Llega Casanova de esta manera, al palacio del Dux en Bohemia en 1785 donde se hace cargo de la biblioteca del aristócrata.
Pero el aventurero veneciano languidece encerrado entre los muros del palacio húngaro y añora y repasa su vida en la crónica que luego sería un maravilloso libro de memorias que dejó inacabado. En 1798, con 73 años, aquél nacido entre las bambalinas de un teatro muere entre los muros húmedos del último palacio de su vida.
Encerrado en este paisaje, mitad realidad y mitad memoria, Casanova recreaba sus sentidos con los aromas que le acompañaron a lo largo de sus numerosos viajes. Si quieres conocer sus aventuras de primera mano, nada mejor que leer la historia de su vida contada por él mismo ( en español la magnífica edición de 2009 Historia de mi vida. Primera edición en España de la versión completa y anotada. Dos tomos (estuche). Cartoné. 3.648 páginas. Prólogo Félix de Azúa. Traducción y notas Mauro Armiño. Premio Nacional a la mejor traducción 2010. Colección Memoria Mundi. Vilaür: Ediciones Atalanta. ISBN 978-84-937247-4-0.)
Pero si prefieres, puedes recrearte en la nostalgia de la Venecia de Casanova rodeándote de aquel aroma que, sin duda, acompañó a nuestro autor en sus aventuras más libertinas. Quizás fue la fragancia de almendras y magnolias la última razón que justifica la intensidad de alguna de sus pasiones.
Almendra
Su aceite se utiliza desde la antigüedad e impregna el ambiente del olor balsámico del amaretto, revelando su caracter mediterráneo.
Mangnolia
Pocos acentos hay en perfumería, tan sugerentes como el olor intensamente dulce y envolvente de la magnolia. Esta flor ancestral, con su fragancia suave de vainilla y cítricos, ha perfumado a lo largo de los siglos, los momentos más apasionados y las situaciones más íntimas.
Si quieres comprobarlo, puedes recrear una noche con Casanova en Venecia encendiendo la vela que encontrarás en Jardin d’ecrivains
Lo que venga después, es fruto de tu imaginación.
