La palabra azahar desata nuestros sentidos en varias direcciones. Por una parte, nos trae la imagen de una flor blanca con tintes de pureza; el paladar se nos llena del sabor agridulce de la naranja, mientras que el olfato nos reclama el peculiar aroma de los cítricos.
El árbol de la naranja amarga se lo debemos a los árabes quienes, a finales del s.X lo introdujeron en la Península. Destilaban sus flores para hacer agua de azahar muy utilizada para aromatizar dulces y bebidas tanto como en perfumería.
El aroma de azahar, está lleno de matices. Y quien mejor que la perfumería para extraer todo lo mejor de esta planta.
Los perfumistas llaman neroli al aceite esencial que se produce al destilar al vapor las flores de azahar. Es un producto muy caro y difícil de obtener en grado puro. En perfumería se utiliza para rematar un perfume con una nota seca y floral. En aromaterapia, unas gotas, son el elixir mágico para calmar y regenerar la piel. La princesa italiana Ana María de Nerola puso de moda y dio su nombre a este aceite esencial con el que ella perfumaba su guante.
Si se extrae el aroma de la flor de azahar con solventes, obtenemos el absoluto de flor de naranjo. El aroma de este destilado recuerda vagamente al fruto de la naranja, con matices dulce-melosos. Da al perfume un carácter profundamente floral pero al mismo tiempo fresco.
Por último, tenemos el agua de azahar que se obtiene del agua que se utiliza para la destilación de las flores de azahar y en la que han quedado disueltas algunas sustancias solubles del neróli. Muy frecuente en la producción de aguas frescas.
Para envolverse en el aroma del azahar y escuchar todas sus notas, nada mejor que Fleurs D’Oranger, un perfume de Serge Lutens. Unas gotas son suficiente para apreciar la diferencia entre neroli y absoluto de flor de naranjo.